Prólogo, primero que nada...
“Tengo ganas de v…”, “siento que va a pasar”, “y tú, ¿cuánto tiempo llevas sin vom…?” “ayer me enfermé del estómago y casi pasa lo que ya sabes”.
He leído y escuchado expresiones como estas con mucha frecuencia entre quienes padecen emetofobia.
Quienes son fanáticos de Harry Potter, seguramente recordarán que todos los personajes de esa historia se referían a Lord Voldemort como “quien tú sabes”. Voldemort era un personaje tan malévolo y tan temido, que nadie se atrevía a decir su nombre.
Esto es algo que está en nuestra naturaleza. Muchos de nosotros no queremos siquiera mencionar algo que nos causa temor o nos estremece.
En el folclor religioso, por ejemplo, muchas personas evitan mencionar el nombre de “Satanás”, porque algunos creen que el sólo mencionarlo es una invocación del mal… Y nadie quiere atraer el mal, ¿verdad?
En mi niñez y adolescencia (mismos años que tuve la fobia) yo fui un niño muy religioso. Y serlo me permitió encontrar un gran refugio contra el temor. Creer que un ser supremo cuidaba de mí, me tranquilizaba más que cualquier otra cosa.
Probablemente, la fe te ayude a ti a sobrellevar los horrores de padecer una fobia tan terrible como esta. Y espero, de corazón, que tu religión o creencia, sea cual sea, te ayude a sentirte mejor.
En cuanto a mí, hoy soy un hombre creyente, pero también de ciencia. Y aunque no tengo todas las respuestas, sí tengo algunas qué compartir con quienes hoy están pasando por lo mismo que yo viví durante 16 años de mi vida. Y de eso se trata este libro. De abordar esta fobia, tan poco estudiada, a la luz de lo que la ciencia nos explica.
Mi frase favorita es “el conocimiento es poder”. Así que, la principal herramienta que entregaré a quien lea este libro, es el conocimiento que a mí me ayudó a entender la emetofobia y a superarla por completo. No a controlarla, no a disminuirla. A superarla.
Pero no puedo prometer que todo aquel que lea este libro se curará. Como dije, soy un hombre de ciencia, y aunque acabo de citar a Harry Potter, lamento decir que no existen las soluciones mágicas.
Aun así, la solución está en nuestras manos. Y, por lo tanto, sanar depende de cada uno de nosotros y de las acciones que estemos dispuestos a hacer para lograr el cambio.
Pero volvamos al principio. Como decía, muchas personas evitan mencionar algo que les causa temor. Por ejemplo, quienes vivimos en México nos identificaremos con la siguiente historia:
Yo soy periodista. Un día, después de cubrir un evento, le pedí a mi jefa que salvara los videos que mi camarógrafo había logrado tomar, porque esa tarjeta de memoria había estado fallando y existía el riesgo de perder el material. Su respuesta inmediata y automática fue: “¡Cállate! ¡Cancelado, cancelado, cancelado!”. Después de eso, dio dos golpecitos a la madera de su escritorio con los nudillos de los dedos.
En otra ocasión, poco antes de abordar un autobús hacia la ciudad de México, mi madre me pidió que la llamara en cuanto llegara. “Si no lo hago, ¿pensarás que el autobús se estrelló?” Pregunté en tono burlón. “¡No digas esas cosas!”. –Me reprimió–.
Y lo admito. Siento miedo de decir esas cosas. Algo dentro de nosotros juega así, y nos hace creer que tenemos la capacidad de atraer el mal sólo con mencionarlo o pensarlo.
Lo cierto es que las supersticiones continúan estando muy arraigadas en muchas culturas, pueblos e individuos, a pesar de que la ciencia ha avanzado. Y lo están, porque tienen un origen en nuestro pasado remoto.
Una superstición es la creencia de que una acción concreta tendrá una consecuencia directa en nuestro futuro, aunque no exista una relación lógica entre dicha acción y la situación que se desea atraer o evitar. Por ejemplo, portar un amuleto para atraer el dinero no hará que una persona se vuelva millonaria, ¿verdad? En cambio, alguien talentoso y que trabaja duro, tiene más probabilidades de generar riqueza.
Por esa razón, el pensamiento supersticioso es considerado un pensamiento irracional. Así que, mi punto es que, primero que nada, vayamos perdiendo el temor al nombre. A partir de ahora podemos comenzar a pronunciar el verbo “vomitar” o la palabra “vómito” sin temor. Este sería un buen primer paso.
“Temer al nombre sólo agranda el temor del hombre”, dijo Hermione Granger en el libro Harry Potter y la cámara secreta. ¡Sabias palabras!
“Tengo ganas de v…”, “siento que va a pasar”, “y tú, ¿cuánto tiempo llevas sin vom…?” “ayer me enfermé del estómago y casi pasa lo que ya sabes”.
He leído y escuchado expresiones como estas con mucha frecuencia entre quienes padecen emetofobia.
Quienes son fanáticos de Harry Potter, seguramente recordarán que todos los personajes de esa historia se referían a Lord Voldemort como “quien tú sabes”. Voldemort era un personaje tan malévolo y tan temido, que nadie se atrevía a decir su nombre.
Esto es algo que está en nuestra naturaleza. Muchos de nosotros no queremos siquiera mencionar algo que nos causa temor o nos estremece.
En el folclor religioso, por ejemplo, muchas personas evitan mencionar el nombre de “Satanás”, porque algunos creen que el sólo mencionarlo es una invocación del mal… Y nadie quiere atraer el mal, ¿verdad?
En mi niñez y adolescencia (mismos años que tuve la fobia) yo fui un niño muy religioso. Y serlo me permitió encontrar un gran refugio contra el temor. Creer que un ser supremo cuidaba de mí, me tranquilizaba más que cualquier otra cosa.
Probablemente, la fe te ayude a ti a sobrellevar los horrores de padecer una fobia tan terrible como esta. Y espero, de corazón, que tu religión o creencia, sea cual sea, te ayude a sentirte mejor.
En cuanto a mí, hoy soy un hombre creyente, pero también de ciencia. Y aunque no tengo todas las respuestas, sí tengo algunas qué compartir con quienes hoy están pasando por lo mismo que yo viví durante 16 años de mi vida. Y de eso se trata este libro. De abordar esta fobia, tan poco estudiada, a la luz de lo que la ciencia nos explica.
Mi frase favorita es “el conocimiento es poder”. Así que, la principal herramienta que entregaré a quien lea este libro, es el conocimiento que a mí me ayudó a entender la emetofobia y a superarla por completo. No a controlarla, no a disminuirla. A superarla.
Pero no puedo prometer que todo aquel que lea este libro se curará. Como dije, soy un hombre de ciencia, y aunque acabo de citar a Harry Potter, lamento decir que no existen las soluciones mágicas.
Aun así, la solución está en nuestras manos. Y, por lo tanto, sanar depende de cada uno de nosotros y de las acciones que estemos dispuestos a hacer para lograr el cambio.
Pero volvamos al principio. Como decía, muchas personas evitan mencionar algo que les causa temor. Por ejemplo, quienes vivimos en México nos identificaremos con la siguiente historia:
Yo soy periodista. Un día, después de cubrir un evento, le pedí a mi jefa que salvara los videos que mi camarógrafo había logrado tomar, porque esa tarjeta de memoria había estado fallando y existía el riesgo de perder el material. Su respuesta inmediata y automática fue: “¡Cállate! ¡Cancelado, cancelado, cancelado!”. Después de eso, dio dos golpecitos a la madera de su escritorio con los nudillos de los dedos.
En otra ocasión, poco antes de abordar un autobús hacia la ciudad de México, mi madre me pidió que la llamara en cuanto llegara. “Si no lo hago, ¿pensarás que el autobús se estrelló?” Pregunté en tono burlón. “¡No digas esas cosas!”. –Me reprimió–.
Y lo admito. Siento miedo de decir esas cosas. Algo dentro de nosotros juega así, y nos hace creer que tenemos la capacidad de atraer el mal sólo con mencionarlo o pensarlo.
Lo cierto es que las supersticiones continúan estando muy arraigadas en muchas culturas, pueblos e individuos, a pesar de que la ciencia ha avanzado. Y lo están, porque tienen un origen en nuestro pasado remoto.
Una superstición es la creencia de que una acción concreta tendrá una consecuencia directa en nuestro futuro, aunque no exista una relación lógica entre dicha acción y la situación que se desea atraer o evitar. Por ejemplo, portar un amuleto para atraer el dinero no hará que una persona se vuelva millonaria, ¿verdad? En cambio, alguien talentoso y que trabaja duro, tiene más probabilidades de generar riqueza.
Por esa razón, el pensamiento supersticioso es considerado un pensamiento irracional. Así que, mi punto es que, primero que nada, vayamos perdiendo el temor al nombre. A partir de ahora podemos comenzar a pronunciar el verbo “vomitar” o la palabra “vómito” sin temor. Este sería un buen primer paso.
“Temer al nombre sólo agranda el temor del hombre”, dijo Hermione Granger en el libro Harry Potter y la cámara secreta. ¡Sabias palabras!
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